martes, 14 de octubre de 2014

Desmontando mitos: Stalin (I).



*Citas extraídas del libro de Domenico Losurdo, Stalin, Historia y crítica de una leyenda negra.

Una mirada histórica a Stalin y el revisionismo a través de Domenico Losurdo.

En este artículo he intentado hacer una pequeña reseña sobre el libro de Losurdo, además de aportar otros datos y teorías sobre el revisionismo que me parecen interesantes, no es una reseña del libro al uso, si no más bien un ensayo sobre lo que me ha sugerido el libro de Losurdo:


Link para ver y descargar el libro de Losurdo.


Domenico Losurdo es un filósofo italiano nacido en 1941 en Bari. Constituye uno de los principales filósofos italianos de la actualidad, también es conocido por sus trabajos historiográficos, y se caracteriza por su mirada antirrevisionista hacia la historia. Actualmente es docente en la universidad de Urbino. Sus investigaciones se centran en la reconstrucción de la historia de la filosofía política alemana, desde Kant a Marx, con especial interés en Hegel. Sus obras históricas se han centrando el desmontaje de mitos y leyendas. Ejemplos de estas obras serían; Il revisionismo storico. Problemi e miti, o la que voy a tratar en este ensayo; Stalin, historia y crítica de una leyenda negra.

La obra de Losurdo se podría resumir en 3 palabras; provocativa, apasionante y antirrevisionista. Provocativa porque saca a la palestra un tema tabú por parte de la historiografía profesional occidental, desmonta los mitos de Stalin, sin ser una obra de marcado carácter político o propagandísitica como podrían serlo otras que persiguen el mismo objetivo pero por medios no profesionales, como la obra de Ludo Marteens: Otra mirada sobre Stalin. Apasionante porque la redacción del autor, la estructura del texto y el interés de sus estudios, despierta al lector hasta devorar el libro. Y antirrevisionista por el objeto de su estudio, que no es otro que desmontar los mitos y leyendas que en parte la historiografía y en parte la esfera política han elaborado sobre el personaje en cuestión; Stalin. Es a parte de esto mucho más; es un trabajo fruto de una profunda investigación, que cita a docenas de los mejores historiadores del siglo XX; que además cuenta con un amplísimo repertorio de citas de personajes contemporáneos a Stalin, algunas de ellas que parecen impensables a día de hoy, y que simplemente con esas citas es capaz de desmontar muchas de las leyendas que a día de hoy siguen vigentes.

Losurdo comienza planteándose varias preguntas, que se podrían resumir en una ¿Como es posible que la figura que despertó la admiración de millones de soviéticos y de trabajadores e intelectuales en todo el mundo, pasará a ser totalmente denostada hasta el surrealismo en los años 50? Para responder a esta pregunta Losurdo focaliza su análisis en el XX Congreso del PCUS, y en el famoso discurso secreto de Nikita Kruchev. ¿Porque ese discurso tan duro sobre el hombre que hasta el día de su muerte fue admirado -por lo menos oficialmente- por el propio Kruchev e infinidad de hombres como él? Losurdo tiene respuesta para ello; alguien tenía que pagar los crímenes de la etapa anterior, Losurdo no duda ni niega la brutalidad y la cantidad de sangre derramada durante el gobierno de Stalin, lo que achaca a Kruchev es un lavarse las manos con todo lo anterior. Para Kruchev -y por ende para el gobierno soviético post-Stalin- el Gulag, las consecuencias de la industrialización y de la colectivización de las tierras solo tuvieron un responsable; Stalin. Si bien Stalin tuvo una responsabilidad ineludible en esos actos, ¿Es suficiente para calificarlo como “Enorme, siniestro, caprichoso y degenerado monstruo humano”1? Sin duda, en sus circunstancias, este discurso le sirvió a Kruchev para legitimarse en el poder tras las luchas internas por alcanzarlo, pero ¿Nos sirven estas interpretaciones para hacer un bagaje histórico sobre Stalin?

Para Losurso es necesario primero quitar los prejuicios que existen sobre Stalin. Entra dentro de la lógica actual el descrédito exagerado a una figura que fue líder de la URSS en sus momentos más gloriosos. A nadie se le escapa, que bajo el gobierno de Stalin, Rusia paso del arado feudal al átomo, es decir, que sorprendió a la burguesía mundial por su grado de desarrollo y crecimiento en momentos en los que Europa y EE.UU pasaban por una de sus peores crisis, es además -aunque la propaganda nos indique lo contrario- el que lideró al país que más aportó para derrotar a los nazis en la segunda guerra mundial. Fue el comunista que más apoyos recabó en vida y el que en mayor medida -en la práctica- extendió el socialismo. Lógicamente, un personaje de estas características no puede ser bien tratado por la ideología dominante. Así como la aristocracia del siglo XIX jamás brindó por Robespierre, ni los esclavistas romanos alabaron a Espartaco, los propagandistas de la burguesía jamás harán un estudio profesional sobre Stalin.

Lo cierto es que Stalin fue un personaje complejo, con luces y sombras, algunos se fijan en las luces, otros en las sombras, los historiadores tenemos que fijarnos en lo nuestro, en la historia. En una historia profesional que nos ayude a comprender e interpretar lo que pasó en la Unión Soviética, y para ello hace falta sumergirse en la historia de Rusia, en un análisis de las relaciones internacionales, en las relaciones de clase, en la sociología y cultura rusa, no podemos basarnos únicamente en cifras e interpretaciones destinadas a la denigración y al maniqueismo. Y esto es lo que consigue Losurdo.

Buena parte del libro de Losurdo se basa en la contextualización, en hacer historia comparada con otros estados y otros líderes del momento. Muy interesante es ver como algunos de los que comenzaron a escribir contra Stalin y la URSS en los 50, antes habían reconocido e incluso alabado a estos.

Losurdo pone de manifiesto que las prácticas de deportación o trabajos forzados denunciadas como “monstruosas” cuando se debían a los estalinistas, eran perfectamente aceptables para el Occidente liberal cuando éste las aplicaba a los pueblos colonizados. Para Losurso la obra de Stalin podría resumirse en esta frase de Isaac Deutscher -que no le tenía el menor aprecio-: “encontró una Rusia que trabajaba la tierra con arados de madera y la dejó propietaria de la pila atómica… Un resultado similar no habría podido obtenerse sin una profunda revolución cultural con la que se enviase a todo un país a la escuela para darle una amplia instrucción”2. Deutscher habría podido añadir que todo se hizo en un clima de hostilidad internacional y sabotaje inaudito y fue acompañado por la creación de un potente ejército que venció prácticamente solo al fascismo. Por supuesto fue el resultado de una dictadura feroz, ¿cómo podríamos imaginar que se hubiese realizado de una manera diferente? ¿Y cómo habríamos podido imaginar que todo eso fue realizado por el loco sanguinario, estúpido e inculto descrito en la “leyenda negra”?

Quizá una de las prácticas más sibilinas de la historiografía revisionista es la comparación Stalin-Hitler, que tan en boga está a día de hoy. Losurdo trata profundamente este tema en el capítulo Olvido de la historia y construcción de una mitología, Stalin y Hitler como hermanos monstruos gemelos. Y transversalmente en otros capítulos. Losurdo analiza como uno de los términos que se crearon de facto para asimilar el nazismo y el comunismo como algo similar es el de totalitarismo. Un término no histórico que se basa en hechos y estructuras puntuales para igualar dos ideologías -comunismo y fascismo- y dos prácticas -el III Reich y la URSS de Stalin- en un momento muy concreto, los inicios de La Guerra Fría. Al ser derrotado el nazismo quedaron como vencedores los antiguos aliados, por un lado EEUU liderando el bloque capitalista, y por el otro, la URSS al mando del campo socialista. A partir de ese momento, intelectuales como Hannah Arendt -una de las que anteriormente alabó a Stalin3- desarrollaron el aparato teórico del totalitarismo, lo que hasta el día de hoy, en su versión más simplista, ha servido para denigrar al comunismo, igualándolo al nazismo hitleriano, por los factores de: Partido único, líder con poder ilimitado y alta represión. Esta simplificación interesada, lleva al olvido de todos los procesos, de enorme complejidad, que llevaron al poder al nazismo y al comunismo en sus respectivos países. Losurdo desmonta la teoría del totalitarismo, así como las cifras hinchadas que acompañan esta teoría, hasta el absurdo de los “100 millones de muertos”. En definitiva, la teoría del totalitarismo fue una teoría política nacida por los intereses del bloque occidental con el fin de denigrar a la URSS buscando cualquier punto de comparación con el III Reich. No es una categoría histórica asumible.

Para comprender y hacer comprender la historia hay que hacer siempre un profundo análisis de circunstancias, estructuras y fuentes. La historia que hoy conocemos sobre el tema en cuestión, la que es oficial, que no por ello profesional, está escrita por revisionistas de un calado sumo, o directamente por propagandistas: Joseph Goebbles, William Hearst, Robert Conquest y Alexander Solzhenitsyn. A mi juicio los cuatro pilares del revisionismo actual. Goebbles, como ministró de propaganda del Reich comenzó con la propaganda de atrocidades sobre lo que ocurría en la URSS, esto tuvo poca repercusión en occidente, hasta que Goebbles se alió con el magnate estadounidense de la
William Hearst, magnate de la
prensa amarilla estadounidense
prensa amarilla, el empresario filofascista William Hearst. El Holodomor, a día de hoy uno de los mitos fundacionales del nacionalismo ucraniano, fue tergiversado por Goebbles y difundido por Hearst, que en 1943 publicaba en la portada del “Chicago American” que la URSS había asesinado a 6 millones de ucranianos para imponer el socialismo en Ucrania. Si bien la hambruna de 1932-33 causó una cantidad de muertes difícil de calcular, es mentira afirmar que fue por imponer el socialismo y que fue únicamente en Ucrania. Si bien es cierto que la hambruna se desata por la colectivización forzosa y la resistencia de los Kulaks, resulta difícil pensar que el gobierno soviético lo planificara de alguna manera.

Robert Conquest, un ex-agente secreto y colaborador de la CIA metido a historiador -historiador cortesano- dio los siguientes pasos con sus trabajos “El gran terror” (1969) y “La cosecha del dolor” (1986), aumentando a 26 los millones de muertos causados por Stalin, 14 en el Holodomor y 12 en los Gulags. Pero fue el premio nobel de la paz, Alexander Solzhenitsyn -escritor y ex-preso del Gulag- el que redondeó la cifra a los 110 millones de muertos: 6 en el Holodomor, 60 en el Gulag y 44 en la Segunda Guerra Mundial. Si bien, achacar los 44 millones de muertos de la Gran Guerra Patria al propio Stalin -que en realidad fueron aproximadamente 27- ya es digno de no da ninguna veracidad a estas cifras, cualquiera que haga un balance sosegado de muertes se daría cuanta de la imposibilidad de estas, si la URSS hubiese perdido 110 millones de personas en menos de 30 años, en 1953 apenas quedaría nadie, es decir, es un disparate demográfico.

Antes de la caída de la URSS, Thomas Tootle desmontó la propaganda nazi sobre el holodomor con pruebas fehacientes, sin embargo, los revisionistas afirmaban que cuando se abriesen los archivos de los servicios secretos soviéticos, sus cifras quedarían incluso pequeñas. Cuando esto finalmente ocurrió, los investigadores norteamericanos Nicolas Werth y J. Arch Getty publicaron tras años de estudio en los archivos soviéticos, las cifras reales del Gulag, con 945.000 muertos totales (contando causas naturales) y certificando que en 1953 había 2 millones de presos en el Gulag, muy lejos de los 60 millones de muertos en el total y 25 millones de presos en 1953 que anunciaba Solzhenitsyn. Aun así, estos no rectificaron su error.

Las guerras de cifras son habituales, pero los historiadores no podemos caer en eso. No es nuestra labor juzgar a los personajes históricos, si no estudiar sus circunstancias e interpretar la historia. Para Losurdo las claves a la hora de estudiar a Stalin son las siguientes: La formación de la URSS, la industrialización, la guerra a los kulaks, la alfabetización de las masas, la creación de un estado benefactor gratuito, el intento de quedar fuera de una guerra impuesta por Hitler, la victoria sobre el nazismo y sin un auténtico consenso, sin olvidar que entre bastidores crecía un conflicto civil, una fractura del partido hegemónico -el PCUS- que nunca había cicatrizado4. Hay preguntas provocativas que muchos historiadores se niegan en responder ¿Hubiese sido capaz la URSS de derrotar al nazismo sin la represión anterior? ¿Deja de ser la obra de Stalin algo paranoico e inhumano cuando comienza la operación Barbarroja?

Sin duda aún queda mucho por estudiar sobre la figura de Stalin, y en general sobre la URSS. Pero quizá lo que primero tengamos que hacer para abarcar con seriedad y profesionalidad la compleja historia del socialismo en el siglo XX, sea desterrar para siempre al cubo de basura de la historia todas las teorías revisionistas, y no hay otra forma para conseguirla que combatiéndola con datos, con fuentes y con interpretaciones rigurosas basadas en la historia profesional y en la ciencia histórica. Losurdo, sin ser un historiador de profesión, hace un gran favor a la historia con este trabajo, documentado, riguroso y escrito con erudición. Y lo más importante, realizando una de las tareas más importantes que tienen los historiadores: destruir mitos.

Cámbiese la barretina por una gorrita española,
 estadounidense, o simplemente por el símbolo del dólar.


1Parte del discurso secreto de Nikita Kruchev (1956)
2Losurdo, Pg.12.
3Losurdo, Pg. 13.

4Losurdo, Pg. 554.

Adjunto un comic-web de @masademocrata publicado en su página: http://www.locoscomunistas.org/