GALLEGO, Ferran, El mito de la transición. La crisis del
Franquismo y los orígenes de la democracia (1973-1977), Editorial
Crítica, Barcelona, 2008
Ferran
Gallego Margalef, nacido en 1953 en Barcelona, es doctor en historia
contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona donde imparte clases a
día de hoy. Autor de tradición marxista es conocido por sus estudios sobre la
extrema derecha europea, alemana, italiana, francesa… y latinoamericana, además
de realizar investigaciones sobre el fascismo en España y sobre la guerra
civil. También es colaborador del diario El
Mundo en su edición catalana. El libro sobre el que versa la reseña es su
penúltima publicación “El mito de la transición” de 2008, con una temática
nueva comparada con sus anteriores publicaciones, pero no desligada del todo,
ya que la transición o el fin del
franquismo marcaron el fin del gobierno de la extrema derecha en España y la apertura
hacia el sistema democrático-parlamentario en el que vivimos hoy.[1]
Ferran Gallego |
Líneas magistrales de la argumentación.
“El
mito de la transición” es una obra que pretende arrojar nuevas luces al periodo
fundacional del sistema político actual, Gallego destierra todas las versiones
mitificadas que desde la oficialidad se han dado, versiones –las oficiales- que
siguen siendo dominantes a día de hoy entre la sociedad civil –ya no tanto
entre historiadores-. Todo sistema político necesita de un mito fundacional, y los
intelectuales orgánicos del régimen del
78 elaboraron su versión oficial de los hechos, donde se muestra una
transición pacífica, modélica para el resto del mundo, donde la dictadura queda
olvidada y la democracia se abre paso de forma limpia y segura, donde el propio
régimen “se da cuenta” tras la muerte de Franco –o incluso antes-, de su
inevitable democratización, siendo los propios franquistas los propulsores del
cambio. Según esta versión, será en los despachos donde los hombres de estado
–del franquismo y de la oposición (“pacto entre caballeros”)- llevarán entre
bambalinas este arduo proceso hasta buen puerto, desembocando en el sistema que
hoy conocemos.[2]
Para
Gallego esta versión es un mito que se ha ido orquestando mientras la propia democracia
liberal se ha ido desarrollando. Durante todo el libro traza una secuencia
cronológica desde la llegada de Arias a la presidencia del gobierno –a finales
de 1973- hasta las primeras elecciones democráticas en Abril de 1977, trazando
una historia política muy documentada y entrando en los terrenos del análisis
más profundo de las estructuras políticas y sociales.
Crisis de régimen
Para
el autor el proceso que acabará denominándose “transición” nace a partir de una
crisis orgánica[3],
una crisis de régimen que viene dada principalmente por el agotamiento del
edificio franquista debido a la exclusión de buena parte de la sociedad que no
se siente satisfecha en sus condiciones socioeconómicas y que viene
movilizándose y organizándose desde finales de los cincuenta y principios de
los sesenta, esto, unido a la crisis económica (crisis del petróleo 1973) y a
la situación internacional, en la que España –junto a Portugal- se convierte en
un reducto aislado de autoritarismo nacional-católico, hacen que realmente se
llegue a 1973 en una situación de crisis orgánica.
El
franquismo ante la crisis.
Esta
crisis intentará ser soliviantada por el propio régimen desde diferentes
perspectivas, la reformista, la inmovilista y la aperturista, pero todas con
una misma finalidad, el mantenimiento del edificio franquista con más o menos
cambios, este intento de readaptación del régimen se da dentro de la habitual
retórica franquista de la ambigüedad “cambiarlo todo sin cambiar nada”. [4]
Para
Gallego, la heterogeneidad dentro del cuerpo franquista no lleva a una clara
dicotomía entre inmovilistas y aperturistas o reformistas, ya que todos
comparten la misma moralidad; su aceptación del golpe de estado como fuente de
legitimidad del régimen[5],
dentro del franquismo no hay “demócratas”, sólo hay franquistas cuya finalidad
es mantener sus privilegios como élite política. La verdadera división entre
franquistas y demócratas se ejemplifica con los sucesos que rodearon las
ejecuciones del 27 de Noviembre de 1974[6].
El sujeto democrático-rupturista será la oposición, que seguirá en la
clandestinidad hasta más allá de la muerte del dictador. ¿Cómo se iba a pasar
de una dictadura a una democracia sin una ruptura?
¿Y después de Franco qué?
Para
Gallego tras la muerte de Franco la velocidad de los acontecimientos cambia, el
heredero será Juan Carlos de Borbón, cuya legitimidad emana únicamente de los
designios del dictador, lo cual limita su actuación política, el primer
gobierno de la monarquía será continuista liderado por Arias Navarro –gobierno
olvidado por los creadores del mito que dan a la monarquía una papel
democratizador desde el principio-, para el autor este primer gobierno buscará
la no fragmentación de la familia franquista, un entendimiento entre los
sectores del poder, siguiendo directamente los designios del dictador ya
fallecido. Sin embargo la entrada de lleno en acción del movimiento obrero y de
la oposición[7]
pondrá entre la espada y la pared al monarca, que tras un 1976 cargado de
huelgas y movilizaciones destituirá a Arias Navarro nombrando a Adolfo Suárez
presidente del gobierno.
Para
Gallego las intenciones son claras, se pasa de una búsqueda de entendimiento
entre los sectores franquistas a una estrategia de acercamiento entre los
sectores más avanzados del reformismo franquista y la oposición democrática.
Suárez cumple el papel al ser un político joven, que controla el aparato
franquista –ministro del movimiento-, carece de proyecto propio –a diferencia
de Fraga o los inmovilistas- lo cual le hace más flexible ante la nueva
coyuntura y además se le atribuía una gran intuición política.
La legitimización del reformismo posfranquista.
Sin
embargo el gobierno de Adolfo Suárez parte de la misma falta de legitimidad
ante la oposición democrática que los gobiernos anteriores, para Gallego esta
legitimidad será ganada aplicando medidas reivindicadas por la oposición, como
la amnistía política, la famosa reforma política y sobre todo la legalización
del Partido Comunista de España[8].
Estas medidas junto a la retórica populista del gobierno hicieron situar a
Adolfo Suarez como el “gobierno del cambio”[9],
mostrándose así como un actor capaz de sacar adelante los cambios políticos.
Efectivamente Suárez no aplicó un programa predeterminado, fue capeando el
temporal respondiendo a la circunstancias teniendo como objetivo siempre la no
ruptura total con el régimen anterior. Gallego concluye que para el bloque
reformista no era su objetivo la democracia, si no que esta fue resultado de
una serie de choques entre diferentes fuerzas, la transición fue un proceso
dialéctico entre varios sujetos con una fuerza determinada, no un suceso
político predeterminado por el gobierno ni mucho menos por la monarquía.
La oposición democrática y su derrota.
Para
Gallego, la oposición perdió su oportunidad que debería haber rentabilizado en
el periodo anterior –el gobierno de Arias Navarro- mientras Suarez ganaba
reconocimiento, la oposición democrática liderada por el PCE se iba laminando
gracias en parte a la astucia de equipo gubernamental, que jugó a dos bandas
entre el PSOE y el PCE, siendo el objetivo último del gobierno el hundimiento
del Partido Comunista. Un PCE hegemónico en la oposición acabó desmorándose en
un juego de contradicciones y de errores políticos y de análisis –como creer
que el franquismo era una cascarón vacío, carente de base social- mientras el
PSOE con mayor astucia política, financiación extranjera y trato de favor por
parte del gobierno –en comparación con el PCE- paso de ser un partido
anecdótico en la clandestinidad al gran partido de la izquierda en el régimen del 78[10].
Para Gallego la derrota final del movimiento de oposición frente al reformismo
de Suárez, se daría en la huelga de Noviembre de 1976, una huelga que aun
siendo masiva no resultó lo suficientemente potente como para superar la fuerza
del gobierno, muy reforzado por las iniciativas anteriormente mencionadas.
La democracia “a la española”
Con
una oposición dividida, el control del aparato del estado, de los medios de comunicación y sobre todo,
con la iniciativa política, el gobierno de Suarez consiguió su principal
objetivo, que buena parte de la élite franquista se mantuviera en el nuevo
régimen, lo cual no significa “que nada cambiara”, Gallego pone énfasis en
ello, la transición conllevó grandes cambios, cambios políticos que llevaron a
la consolidación de la actual democracia Española. Una democracia que es
producto de una correlación de fuerzas determinada en un momento preciso, donde
el sector reformista del franquismo es la fuerza política que lleva la batuta, lo
cual conllevará a déficits democráticos –analizados desde hoy- como puede ser
la ley electoral pieza clave en la elaboración de cualquier sistema político.
Conclusiones[11]
Durante
todo el libro Gallego hace un análisis de las élites políticas, de cuáles fueron
las causas que les llevaron a actuar así, no simplemente de sus actuaciones. La
transición fue un proceso mucho más complejo que el relato oficial del mito, un choque entre el franquismo en
crisis con una voluntad clara de mantener su régimen y una oposición
democrática creciente y movilizada pero dividida, minoritaria y con errores
estratégicos, una pugna que debemos de situar en el contexto internacional, con
intereses claros de las diferentes potencias extranjeras.
Ferran
Gallego en definitiva se sumerge en las causas, en las motivaciones que
llevaron a los diferentes escenarios políticos y al desenlace final. Haciendo
acopio de una extensísima cantidad de fuentes exhaustivamente estudiadas. La
crítica es inherente en todo el texto, no sólo al franquismo reformista o
inmovilista, si no sobre todo a la oposición democrática y a su “falta de
energía”[12],
lo que ha conllevado según el autor a los déficits democráticos que hoy
arrastramos. En todo el texto subyace la idea de la falta de análisis por parte
de las élites políticas en esos momentos claves y también la gran capacidad de
Suarez para dar respuesta a los acontecimientos.
En
el último capítulo de conclusiones La
paga del soldado, hace un lúcido análisis resumido de lo que para él vino a
representar finalmente la transición, el título del capítulo –La paga del
soldado- es una metáfora sublime sobre lo que representó la transición para los
demócratas, haciendo referencia a las pagas que recibían los soldados en el
servicio militar obligatorio, algo simbólico que era muy bien recibido por los
reclutas, pero que nada tenía que ver por las horas y esfuerzos invertidos en la mili por parte de esos jóvenes. Para
Gallego los que dejaron sangre y sudor en la lucha por la democracia recibieron
esa “paga del soldado” con la transición y los derechos y libertades
conquistadas, conquistas que fueron muy bien recibidas en una “fiesta
democrática” pero que vistas con perspectiva se quedaron cortas en relación a
los esfuerzos invertidos, sobre todo por aquellos que dieron su vida y todos
sus esfuerzos por derrotar al franquismo. En palabras de Gallego: “Para mí, el principal fruto (de la transición) es que se consigue que la élite política del
franquismo controle el proceso de reforma y que, pese a llevarlo más lejos de
lo que quería, siga controlando el aparato del Estado. El bloque social que apoyó el franquismo es intocable.
Ningún sector económico se ve afectado y la Iglesia mantiene privilegios.”[13]
Apartado crítico
El mito de la transición de Ferran Gallego, aparte de lo reseñado es
mucho más, es un libro de referencia para todo aquel que quiera documentarse y
estudiar profundamente el periodo de 1973 a 1977 en la historia de España. Es
un libro de historia política, no llega profundizar demasiado en la historia
social –tampoco es un libro con ese enfoque-, aunque sí que nos deja pinceladas
que nos sirven para comprender más exhaustivamente el proceso histórico que hoy
conocemos como transición, como por
ejemplo el análisis del bloque social franquista, esos ocho millones de
personas que votaron por las opciones reformistas y aperturistas en las
elecciones de 1977 (Unión de Centro Democrático y Alianza Popular), que
realmente vieron como sus condiciones de vida habían mejorado durante el franquismo
y se sentían cómodos en esa situación, un análisis que le faltó a la izquierda
antifranquista y que supuso uno de sus mayores errores.
Gallego
realiza un trabajo de recopilación de datos y fuentes con una rigurosidad
total, hace acopio a más de 1500 citas y a una cantidad de fuentes
bibliográficas enorme, haciendo referencia a discursos, informes, programas y
textos teóricos. En la propia introducción del texto Gallego nos explica la
dificultad y los esfuerzos que le costaron sacar el libro adelante, seguir con
la dura tarea de publicar lo que finalmente es un libro de referencia para todo
historiador que pretenda sumergirse profundamente en este periodo.
A mi
juicio es un libro necesario, no sólo por su rigor y profesionalidad, si no por
el punto de vista del autor, la desmitificación del nacimiento del régimen del 78, las oportunidades
perdidas y sobre todo rescatar las luchas que vinieron desde la calle y desde
los centros de trabajo que vinieron finalmente a fraguar, a golpe de
movilización, de torturas, de sangre y de fuego lo que finalmente vino a ser
nuestra democracia liberal. En ocasiones desde la izquierda se tiene la visión
un tanto idealista de “la oportunidad perdida”, “la traición de Carrillo”, “el
oportunismo de González”, etc… sin embargo hay que tener en cuenta, y Gallego
lo hace ver, que no solo fue una lucha con un solo sujeto –la oposición
democrática- si no que existía un bloque social de poder arraigado y con una
posición de ventaja que fue finalmente el que pilotó este proceso, la
correlación de fuerzas del momento era la que era, y no se puede hacer volar a los
deseos por encima de las realidades, la constitución del 78 y los pactos de la
Moncloa fueron una fotografía de esa correlación de fuerzas y de ese proceso
dialéctico donde ni el franquismo reformista hizo lo que quiso, ni la oposición
democrática se quedó sin nada.
Este
libro me ha servido para comprender profundamente lo que supuso la transición,
y sin duda me parece imprescindible, sin embargo hay aspectos criticables, en
las conclusiones Gallego nos deja su opinión más personal, en referencia a la
oportunidad perdida, a la “falta de energía” de la oposición, haciendo el juego
a la historia contra factual “¿Y si la oposición hubiera…?”, en este último
capítulo, a mi juicio, Gallego deja demasiado espacio a la subjetividad, aunque
por otra parte me parece entendible siendo su apartado de conclusiones, sin
embargo creo que puede llevar a confusión a los lectores.
Por
otra parte, el aspecto más criticable de esta obra es su difícil lectura, la
forma de escribir de Gallego me parece en ocasiones demasiado densa, incluso
farragosa, hay tesis que podrían presentarse de una forma más digerible y en
general la lectura de El mito de la
transición es difícil incluso para un estudiante de historia, no digamos ya
para un lector no historiador interesado en este periodo. En mi opinión el
historiador debe de tener una función social, este libro podría tener un
potencial enorme si estuviese escrito en clave didáctica, es muy necesario,
sobre todo cuando a día de hoy sufrimos una crisis de régimen en la que muchas
veces, desde los poderes oficiales se recurre al mito fundacional para defender
el sistema[14][15],
que este mito sea destruido y se explique de forma didáctica y esclarecedora
qué fue realmente la transición. La obra de Gallego lo explica y con
brillantez, sin embargo dudo que su transcendencia haya llegado más allá de los
círculos de la academia –algo que por otra parte ya es un mérito- debido a su
redacción.
Como
experiencia personal la lectura del libro me ha resultado muy difícil, ha
habido momentos en los que me he desesperado por no llegar a tiempo a leerlo
con detenimiento, hay partes que necesitan de dos o tres lecturas para una
comprensión total –por lo menos por mi parte- aunque finalmente el esfuerzo
merece la pena. Un resumen de este libro me resulta imposible por la cantidad
de hechos y tesis que abarca, sólo puede ser reseñado marcando las líneas
argumentales que sigue el autor, que por otra parte me parecen de una fuerza y
contundencia difíciles de rebatir. Este es el primer libro que leo de este
autor, y sin duda no será el último, me parece de lo mejor que he leído sobre
este periodo concreto, aunque hay que estar muy concienciado, tener fuerza de
voluntad y mucho tiempo para leerlo con detenimiento.
Como
conclusión final he aprendido una lección sobre las visiones sesgadas que se
tiene de los hechos cercanos, la transición es un tema a debate usual entre los
círculos de historiadores y de personas politizadas, y a veces el punto de
vista está amoldado por las circunstancias actuales y por los déficits
democráticos que hoy en día vivimos, intentando ver este periodo como “la
fuente de todo mal” o “la fuente de todo bien”, cuando realmente los
historiadores debemos de analizarlo como un proceso histórico en el que entran
en juego muchos factores, experiencias acumuladas y sujetos políticos que
pugnan por sus intereses, y en el que la correlación de fuerzas y la posición de poder es
determinante a la hora de resolver el conflicto que a fin de cuentas originó el
sistema político en el que hoy vivimos.
[1]
Referencias a la biografía de Ferran Gallego sacadas de los siguientes portales
de internet:
[2]
Ejemplo de mitificación->http://marcaespana.es/es/instituciones-historia/historia/destacados/34/la-transicion-democratica
[3]
Gallego Ferran, El mito de la transición,
Crítica, Barcelona, 2008 pg. 695
[4]
Gallego Ferran, El mito de la transición,
Crítica, Barcelona, 2008. pg. 27
[5] Íbid. pg.
38
[6] Íbid. pg. 186
[7] Íbid. pgs. 295-299
[8] Íbid. pg. 219
[9] Íbid. pg. 222
[10] Íbid. pgs 542-561
[11] Íbid. pgs. 695-718
[12]
Íbid. pg. 718
[13]
Fragmento de una entrevista realizada por el diario Público publicada el
18/9/2008. Versión digital:
[14]
Artículo de ABC en su edición digital del 26 de Diciembre de 2013: http://www.abc.es/espana/20131225/rc-percibe-espiritu-transicion-discurso-201312251134.html
[15]
Artículo de opinión en la web Revistas
Culturales de José Felix Tezanos en Octubre de 2009: http://www.revistasculturales.com/articulos/99/temas-para-el-debate/1154/1/ruiz-gimenez-y-el-espiritu-de-la-transicion-democratica.html
Bien está que se cuestione el origen de la democracia española en los acontecimientos y en las circunstancias de lo que llamamos la transición. Pero tanto en el libro de Gallego como el comentario del bloguero me parece que late una comprensión de esos orígenes que va más allá de lo que se sostiene explícitamente. Viví aquel periodo y lo hice como exmmilitante del PCE. Hubo activismo pero "dentro del orden" permitido. Las bases sociales del franquismo era, en efecto, muy sólidas a pesar de sus bases golpistas. El franquismo duró tanto como fue monocolor, fue cambiando desde el fascismo de los años 40 al nacionalcatolicismo de los años siguientes incluyendo la moderniación del aparato productivo y, con ella, el aumento del nivel de vida. La izquierda estaba laminada desde 1956. Las HNP fracasaron estrepitosamente. En esas condiciones no cabía más que una negociación entre los rupturistas y los reformistas. Como reconoce Gregorio Morán, que es tan crítico, las cosas se hicieron "mal", pero salieron "bien". Y digo yo, habrían salido "mal" si se hubieran hecho "bien". That's the question
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