En este artículo he
intentado hacer una pequeña reseña sobre el libro de Losurdo,
además de aportar otros datos y teorías sobre el revisionismo que
me parecen interesantes, no es una reseña del libro al uso, si no
más bien un ensayo sobre lo que me ha sugerido el libro de Losurdo:
Link para ver y descargar el libro de Losurdo. |
Domenico Losurdo es un
filósofo italiano nacido en 1941 en Bari. Constituye uno de los
principales filósofos italianos de la actualidad, también es
conocido por sus trabajos historiográficos, y se caracteriza por su
mirada antirrevisionista hacia
la historia. Actualmente es docente en la universidad de Urbino. Sus
investigaciones se centran en la reconstrucción de la historia de la
filosofía política alemana, desde Kant a Marx, con especial interés
en Hegel. Sus obras históricas se han centrando el desmontaje de
mitos y leyendas. Ejemplos de estas obras serían; Il
revisionismo storico. Problemi e miti, o
la que voy a tratar en este ensayo; Stalin, historia y
crítica de una leyenda negra.
La
obra de Losurdo se podría resumir en 3 palabras; provocativa,
apasionante y antirrevisionista. Provocativa porque saca a la
palestra un tema tabú por parte de la historiografía profesional
occidental, desmonta los mitos de Stalin, sin ser una obra de marcado carácter político o propagandísitica como podrían serlo otras que persiguen el mismo
objetivo pero por medios no profesionales, como la obra de Ludo
Marteens: Otra mirada sobre Stalin. Apasionante porque la
redacción del autor, la estructura del texto y el interés de sus
estudios, despierta al lector hasta devorar el libro. Y
antirrevisionista por el objeto de su estudio, que no es otro que
desmontar los mitos y leyendas que en parte la historiografía y en
parte la esfera política han elaborado sobre el personaje en
cuestión; Stalin. Es a parte de esto mucho más; es un trabajo fruto
de una profunda investigación, que cita a docenas de los mejores
historiadores del siglo XX; que además cuenta con un amplísimo
repertorio de citas de personajes contemporáneos a Stalin, algunas
de ellas que parecen impensables a día de hoy, y que simplemente con
esas citas es capaz de desmontar muchas de las leyendas que a día de
hoy siguen vigentes.
Losurdo
comienza planteándose varias preguntas, que se podrían resumir en
una ¿Como es posible que la figura que despertó la admiración de
millones de soviéticos y de trabajadores e intelectuales en todo el
mundo, pasará a ser totalmente denostada hasta el surrealismo en los
años 50? Para responder a esta pregunta Losurdo focaliza su análisis
en el XX Congreso del PCUS, y en el famoso discurso secreto de Nikita
Kruchev. ¿Porque ese discurso tan duro sobre el hombre que hasta el
día de su muerte fue admirado -por lo menos oficialmente- por el
propio Kruchev e infinidad de hombres como él? Losurdo tiene
respuesta para ello; alguien tenía que pagar los crímenes de la
etapa anterior, Losurdo no duda ni niega la brutalidad y la cantidad
de sangre derramada durante el gobierno de Stalin, lo que achaca a
Kruchev es un lavarse las manos con todo lo anterior. Para
Kruchev -y por ende para el gobierno soviético post-Stalin- el
Gulag, las consecuencias de la industrialización y de la
colectivización de las tierras solo tuvieron un responsable; Stalin.
Si bien Stalin tuvo una responsabilidad ineludible en esos actos, ¿Es
suficiente para calificarlo como “Enorme, siniestro, caprichoso y
degenerado monstruo humano”1?
Sin duda, en sus circunstancias, este discurso le sirvió a Kruchev
para legitimarse en el poder tras las luchas internas por alcanzarlo,
pero ¿Nos sirven estas interpretaciones para hacer un bagaje
histórico sobre Stalin?
Para
Losurso es necesario primero quitar los prejuicios que existen sobre
Stalin. Entra dentro de la lógica actual el descrédito exagerado a
una figura que fue líder de la URSS en sus momentos más gloriosos.
A nadie se le escapa, que bajo el gobierno de Stalin, Rusia paso
del arado feudal al átomo, es decir, que sorprendió a la
burguesía mundial por su grado de desarrollo y crecimiento en
momentos en los que Europa y EE.UU pasaban por una de sus peores
crisis, es además -aunque la propaganda nos indique lo contrario- el
que lideró al país que más aportó para derrotar a los nazis en la
segunda guerra mundial. Fue el comunista que más apoyos recabó en
vida y el que en mayor medida -en la práctica- extendió el
socialismo. Lógicamente, un personaje de estas características no
puede ser bien tratado por la ideología dominante. Así como la
aristocracia del siglo XIX jamás brindó por Robespierre, ni los
esclavistas romanos alabaron a Espartaco, los propagandistas de la
burguesía jamás harán un estudio profesional sobre Stalin.
Lo
cierto es que Stalin fue un personaje complejo, con luces y sombras,
algunos se fijan en las luces, otros en las sombras, los
historiadores tenemos que fijarnos en lo nuestro, en la historia. En
una historia profesional que nos ayude a comprender e interpretar lo
que pasó en la Unión Soviética, y para ello hace falta sumergirse
en la historia de Rusia, en un análisis de las relaciones
internacionales, en las relaciones de clase, en la sociología y
cultura rusa, no podemos basarnos únicamente en cifras e
interpretaciones destinadas a la denigración y al maniqueismo. Y
esto es lo que consigue Losurdo.
Buena
parte del libro de Losurdo se basa en la contextualización, en hacer
historia comparada con otros estados y otros líderes del momento.
Muy interesante es ver como algunos de los que comenzaron a escribir
contra Stalin y la URSS en los 50, antes habían reconocido e incluso
alabado a estos.
Losurdo pone de
manifiesto que las prácticas de deportación o trabajos forzados
denunciadas como “monstruosas” cuando se debían a los
estalinistas, eran perfectamente aceptables para el Occidente liberal
cuando éste las aplicaba a los pueblos colonizados. Para Losurso la
obra de Stalin podría resumirse en esta frase de Isaac Deutscher
-que no le tenía el menor aprecio-: “encontró una Rusia que
trabajaba la tierra con arados de madera y la dejó propietaria de la
pila atómica… Un resultado similar no habría podido obtenerse sin
una profunda revolución cultural con la que se enviase a todo un
país a la escuela para darle una amplia instrucción”2.
Deutscher habría podido añadir que todo se hizo en un clima de
hostilidad internacional y sabotaje inaudito y fue acompañado por la
creación de un potente ejército que venció prácticamente solo al
fascismo. Por supuesto fue el resultado de una dictadura feroz, ¿cómo
podríamos imaginar que se hubiese realizado de una manera diferente?
¿Y cómo habríamos podido imaginar que todo eso fue realizado por
el loco sanguinario, estúpido e inculto descrito en la “leyenda
negra”?
Quizá una de las
prácticas más sibilinas de la historiografía revisionista es la
comparación Stalin-Hitler, que tan en boga está a día de hoy.
Losurdo trata profundamente este tema en el capítulo Olvido de la
historia y construcción de una mitología, Stalin y Hitler como
hermanos monstruos gemelos. Y
transversalmente en otros capítulos. Losurdo analiza como uno de los
términos que se crearon de facto para asimilar el nazismo y el
comunismo como algo similar es el de totalitarismo.
Un término no histórico que se basa en hechos y estructuras
puntuales para igualar dos ideologías -comunismo y fascismo- y dos
prácticas -el III Reich y la URSS de Stalin- en un momento muy
concreto, los inicios de La Guerra Fría. Al ser derrotado el nazismo
quedaron como vencedores los antiguos aliados, por un lado EEUU
liderando el bloque capitalista, y por el otro, la URSS al mando del
campo socialista. A partir de ese momento, intelectuales como Hannah
Arendt -una de las que anteriormente alabó a Stalin3-
desarrollaron el aparato teórico del totalitarismo, lo que hasta el
día de hoy, en su versión más simplista, ha servido para denigrar
al comunismo, igualándolo al nazismo hitleriano, por los factores
de: Partido único, líder con poder ilimitado y alta represión.
Esta simplificación interesada, lleva al olvido de todos los
procesos, de enorme complejidad, que llevaron al poder al nazismo y
al comunismo en sus respectivos países. Losurdo desmonta la teoría
del totalitarismo, así como las cifras hinchadas que acompañan esta
teoría, hasta el absurdo de los “100 millones de muertos”. En definitiva, la teoría del totalitarismo fue una teoría política nacida por los intereses del bloque occidental con el fin de denigrar a la URSS buscando cualquier punto de comparación con el III Reich. No es una categoría histórica asumible.
Para
comprender y hacer comprender la historia hay que hacer siempre un
profundo análisis de circunstancias, estructuras y fuentes. La
historia que hoy conocemos sobre el tema en cuestión, la que es
oficial, que no por ello profesional, está escrita por revisionistas
de un calado sumo, o directamente por propagandistas: Joseph
Goebbles, William Hearst, Robert Conquest y Alexander Solzhenitsyn. A
mi juicio los cuatro pilares del revisionismo actual. Goebbles, como
ministró de propaganda del Reich comenzó con la propaganda de
atrocidades sobre lo que ocurría en la URSS, esto tuvo poca
repercusión en occidente, hasta que Goebbles se alió con el magnate
estadounidense de la
prensa amarilla, el empresario filofascista
William Hearst. El Holodomor, a día de hoy uno de los mitos
fundacionales del nacionalismo ucraniano, fue tergiversado por
Goebbles y difundido por Hearst, que en 1943 publicaba en la portada
del “Chicago American” que la URSS había asesinado a 6 millones
de ucranianos para imponer el socialismo en Ucrania. Si bien la
hambruna de 1932-33 causó una cantidad de muertes difícil de
calcular, es mentira afirmar que fue por imponer el socialismo y que
fue únicamente en Ucrania. Si bien es cierto que la hambruna se
desata por la colectivización forzosa y la resistencia de los
Kulaks, resulta difícil pensar que el gobierno soviético lo
planificara de alguna manera.
William Hearst, magnate de la prensa amarilla estadounidense |
Robert
Conquest, un ex-agente secreto y colaborador de la CIA metido a
historiador -historiador cortesano- dio los siguientes pasos con sus
trabajos “El gran terror” (1969) y “La cosecha del dolor”
(1986), aumentando a 26 los millones de muertos causados por Stalin,
14 en el Holodomor y 12 en los Gulags. Pero fue el premio nobel de la
paz, Alexander Solzhenitsyn -escritor y ex-preso del Gulag- el que
redondeó la cifra a los 110 millones de muertos: 6 en el Holodomor,
60 en el Gulag y 44 en la Segunda Guerra Mundial. Si bien, achacar
los 44 millones de muertos de la Gran Guerra Patria al propio Stalin
-que en realidad fueron aproximadamente 27- ya es digno de no da
ninguna veracidad a estas cifras, cualquiera que haga un balance
sosegado de muertes se daría cuanta de la imposibilidad de estas, si
la URSS hubiese perdido 110 millones de personas en menos de 30 años,
en 1953 apenas quedaría nadie, es decir, es un disparate
demográfico.
Antes
de la caída de la URSS, Thomas Tootle desmontó la propaganda nazi
sobre el holodomor con pruebas fehacientes, sin embargo, los
revisionistas afirmaban que cuando se abriesen los archivos de los
servicios secretos soviéticos, sus cifras quedarían incluso
pequeñas. Cuando esto finalmente ocurrió, los investigadores
norteamericanos Nicolas Werth y J. Arch Getty publicaron tras años
de estudio en los archivos soviéticos, las cifras reales del Gulag,
con 945.000 muertos totales (contando causas naturales) y
certificando que en 1953 había 2 millones de presos en el Gulag, muy
lejos de los 60 millones de muertos en el total y 25 millones de
presos en 1953 que anunciaba Solzhenitsyn. Aun así, estos no
rectificaron su error.
Las
guerras de cifras son habituales, pero los historiadores no podemos
caer en eso. No es nuestra labor juzgar a los personajes históricos,
si no estudiar sus circunstancias e interpretar la historia. Para
Losurdo las claves a la hora de estudiar a Stalin son las siguientes:
La formación de la URSS, la industrialización, la guerra a los
kulaks, la alfabetización de las masas, la creación de un estado
benefactor gratuito, el intento de quedar fuera de una guerra
impuesta por Hitler, la victoria sobre el nazismo y sin un auténtico
consenso, sin olvidar que entre bastidores crecía un conflicto
civil, una fractura del partido hegemónico -el PCUS- que nunca había
cicatrizado4.
Hay preguntas provocativas que muchos historiadores se niegan en
responder ¿Hubiese sido capaz la URSS de derrotar al nazismo sin la
represión anterior? ¿Deja de ser la obra de Stalin algo paranoico e
inhumano cuando comienza la operación Barbarroja?
Sin
duda aún queda mucho por estudiar sobre la figura de Stalin, y en
general sobre la URSS. Pero quizá lo que primero tengamos que hacer
para abarcar con seriedad y profesionalidad la compleja historia del
socialismo en el siglo XX, sea desterrar para siempre al cubo de
basura de la historia todas las teorías revisionistas, y no hay
otra forma para conseguirla que combatiéndola con datos, con fuentes
y con interpretaciones rigurosas basadas en la historia profesional y
en la ciencia histórica. Losurdo, sin ser un historiador de
profesión, hace un gran favor a la historia con este trabajo,
documentado, riguroso y escrito con erudición. Y lo más importante,
realizando una de las tareas más importantes que tienen los
historiadores: destruir mitos.
Cámbiese la barretina por una gorrita española, estadounidense, o simplemente por el símbolo del dólar. |
1Parte
del discurso secreto de Nikita Kruchev (1956)
2Losurdo,
Pg.12.
3Losurdo,
Pg. 13.
4Losurdo,
Pg. 554.
Adjunto un comic-web de @masademocrata publicado en su página: http://www.locoscomunistas.org/
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